miércoles, 23 de abril de 2014

Abril, en forma de 23.

Me han regalado una rosa y he desayunado jamón y queso. ¿Existe, acaso, mejor despertar?
He estudiado, y comido comida deliciosa de padres. Es que, aún me deleito pensando en ella. Realmente de-li-cio-sa.
Pensaba que si dormía siesta perdería la tarde, así que el piano ha podido conmigo y hemos estado haciendo de las nuestras. Entonces, he visto una de esas películas que tenía pendiente en series.ly para ver si encendía un poco más mi motivación. El profesor se llamaba, de Adrien Brody. No se aún que gusto de boca me ha dejado.
He merendado bizcocho y chocolate puro en pastilla, así a lo burro, como aquellas tardes de mesa de camilla y abuela.
Y ahora, ahora de nuevo mis manos se han anclado al teclado para continuar con trabajos y más trabajos, pero suena el CD que me ponía mi padre en días de sillón verde aterciopelado y equipo de música. 
Recuerdo como uno de esos días me hizo taparme los ojos para sorprenderme con esta música. Una de las maravillas de Gwendal.
Y así sigue mi día.
Realmente antes de levantarme de la cama el agobio me superaba, pero después de todo lo que cuento ¿es posible no sentirme todo lo afortunada que soy?
Hay que trabajar y no parar, es cierto. Y tal vez también debería recortarme con los picoteos entre horas, pero y qué, de todo este caos de velocidad absurda salen cosas verdaderamente maravillosas. 
Ah, lo olvidaba, cuando mamá se ha despedido para irse a trabajar me he deleitado mucho en su olor. 
Creo ciertamente que han sido los sentidos los que me han traído hoy a volver aquí a escribir este trozo de miércoles.
Casualmente, miércoles. Bendita magia la suya.