domingo, 21 de octubre de 2012

Arroz y amor de domingo.

Son esos días en lo que te das cuenta de lo efímero que es todo.
Estás viendo como se van, cómo tu gente, gente a la que quieres, está llorando sus perdidas, y tú aferrándote a un clavo ardiendo rezas sin rezar para no verte en su pellejo, para conseguir parar el tiempo y que todo sea así, para siempre.
 Y es ahí, cuando por ejemplo un domingo de lluvia como hoy, como cada resto de domingos haces tour familiar, y con o sin resaca a cuestas, te vistes y vas a regalar con un trillón de mimos por en medio tu mejor sonrisa, dispuesta a deleitarte, para que os voy a engañar, con esa explosión de sabores que sólo ellas saben alcanzar. ¡Cariño, te he hecho croquetas! Y entonces ya, entre tanto cariño y amor a expuertas terminas de ser feliz al oír esas palabras.
Pues bueno, es ahí, justo ahí, cuando tus neuronas interconexionan y un retortijón te dice que no quieres que eso algún día deje de existir. Te encantaría no tener que soltarles nunca, quedarte en sus abrazos un millón de horas, oliendo esos perfumes que te han acompañado una vida entera. ¡Qué bien hueles, abuela! Tú siempre con tus tonterías, si no llevo nada, hija mía. 

Querría quedarme días enteros bajo las faldillas de su mesa de camilla para que me contase mil y un hazañas más, de cuando tenía una floristería, de cuando no. De cuando le conoció a él, de cuándo se marchó. Incluso pagaría porque nunca dejase de decirme qué falda tan corta, qué pantalón más roto, qué modas más raras, pero, ¿dónde vas así con este frío?
Pero luego esta ella, la primera en visitar, la que te suelta piropos aunque aún te falten 20 metros para llegar. La que te habla desde la hambruna de sus años, hasta los pretendientes que tuvo y nunca quiso. Historias que narran aventuras de aquellos días en blanco y negro.
Y sabéis que, ella, al contrario que mi abuela, me grita que me remangue la falda, y que aunque llueva, truene o nieve me vaya de paseo a disfrutar. 

-Y tú, Kubalita, qué tal estás? Pues bien hijica bien, ¡bien jodido para variar! Y entonces yo, me lo quiero comer a besos, porque nunca va a cambiar.

Y ya, repleta de besos, tappers y felicidad te subes al coche para poner rumbo a casa.
Un parada más ¡El yayito y Carmen, no podían faltar! Adoro estas tradiciones de darse comida en familia, si yo cocino bizcocho guardo porciones para nietos y padrinos. Si lo hace mamá, para yayos y vecinos y así, siempre así. 






Hoy ha tocado, carne de membrillo recién cocinada, de esas que aguantan mil semanas.

lunes, 8 de octubre de 2012


Y teniendo nada, me lo dieron todo.
Y me enseñaron tanto, tanto, tanto...









Me enseñaron a vivir.