viernes, 26 de agosto de 2011


Pasaba largas tardes pegada a la pantalla, mirando, viendo y observando cada detalle de vídeos de maravillosas obras de violín.
Caprichos de Paganini y variaciones, zapateados de Sarasate, el único y fantástico nocturno de Chopin para violín y piano, Vivaldi, leyendas de Wieniawski, conciertos de Bach, incluso tríos de Brahms.
Escuchaba además, aquellos Minuettos de método suzuki con los que empezó su larga historia al lado del pequeño violín. Beethoven, Bach...
Pero sobre todo, no había día que no escuchase su dúo favorito de Bocherini desde aquel día en el que cuando en el salón de su casa se proyectaba "Master and Commander" mientras ella medio dormía, acudiese corriendo con un solo calcetín en los pies a observar de dónde salía aquella melodía....
No había duda de que, lo echaba de menos.
Su próxima obra para tocar ya la tenía en la mente...

Dejarse llorar.

Echo de menos deslizar mis manos por madera de palosanto, suave y con cuatro cuerdas como la de mi violín.
Echo de menos sonar por dentro y por fuera.


martes, 23 de agosto de 2011

Noche de martes, Marta está en Marte.

Hay días que me encantaría desaparecer del mapa.
Mirar las cosas desde arriba, con perspectiva, como mi amigo Suso.
Y hoy, es uno de esos días.
En pleno agosto, doy mis buenas noches a las 10 de la noche.
No es nada, será que las tripas se han revuelto en pensamientos.
Mañana será otro día, todo un clásico.
Ventilador, y buena música. No necesito más.


domingo, 21 de agosto de 2011

La Torre de Suso.


¿Tú sabes encontrar la estrella Polar?
-No. 
Pues un novio debe saber esas cosas...¡Mira! un avion. ¿Nunca te has preguntado quien va dentro de los aviones? 
-No. 
Bueno, eso ya lo haré yo por ti, tu limítate a quererme.

jueves, 18 de agosto de 2011

Escalones.

Tengo la extraña manía de contar los escalones que subo.
A vosotros os sonará a guasa, pero todos los días para llegar a mi habitación subo 14 escalones.
Para llegar a casa de mi abuela, 14 también.
48 escalones subía para llegar al 3ºC de lo que era mi casa.
Perdí la cuenta de los que había en mi segunda casa, el conservatorio.
Pero juro y perjuro, que no sabía subir las escaleras sin contar los pasos que daba, los ecalones que subía.
Y asi sigo,
19 para llegar al castillo de Mazarrón.
2 para bajar de la litera del vecinito al que le doy las buenas noches.
Y 4 los de la escalera portatil a la que subo para alcanzar ese libro al que me es imposible llegar.
Llamadme loca.

Pero qué bonito,  cuando riéndome de mí misma al contárselo a mamá en una plaza de Toledo, ella misma me confesase que hacía años hacía lo mismo.
Será que las manías también se heredan. Cosas de la genética tal vez ;)

miércoles, 17 de agosto de 2011

Pessoa decía que, las cartas de amor son ridículas.
Pero al fin y al cabo, más ridículas son aquellas personas que nunca han escrito alguna.


Cuánta razón.

jueves, 11 de agosto de 2011

De un tiempo a esta parte...

Me paro en las pequeñas cosas.
No se escuchar música sin cerrar los ojos y bailar con mis hombros un vals. No existe nadie más ahí fuera.
Solo soy hombros y pies.
He aprendido a bucear con los ojos cerrados sintiendo el agua en todos sus estados, a fingir mi muerte burlando la densidad del agua.
Dejarse llevar...
Suena(n) demasiado bien mis tripas a la hora de comer los domingos de playa con olor a Paella de mamá, incluso estando en la montaña.
Las pequeñas cosas.
Ir al final del acantilado, sentir el viento en la cara, sentirte viva, balancear los brazos, volar para tí, para tus adentros.
Imitar a Amelie, y lanzar piedras al río, meter la mano en un saco repleto de lentejas.
Y meterte en un fotomatón con la persona con la que caminas de la mano por la calle. Y colgarla en la pared, para coger polvo y recordarte cada día que buena tarde fue aquella.
El sonido de las palomitas al explotar, las botellas de agua al quitarle la pegatina protectora, ese cosquilleo en la barriga con las cuestas inesperadas de la carretera.
Y parar de dar saltos a mitad de concierto y mirar a tu alrededor. Miles de personas cantando una misma canción, sintiendo en sus venas los acordes, los ritmos de la bateria.
No hay palabras.
De un tiempo a esta parte, adoro el crujir de los cubitos al mezclarse en líquidos calientes.
De un tiempo a estar parte, no se vivir sin las pequeñas cosas.
...
¿Será que soy feliz?

Familia.


Que solo ves una vez al año, y desearías tenerla al lado toda la vida.
Gracias por todo.
Por muy ñoño que suene, ¡cuánto os quiero!

martes, 9 de agosto de 2011

ARENAL SOUND.


Y correr dando vueltas, con los brazos abiertos, sintiéndote viva, cantando la música, pisando la arena.
Felicidad.